Cómo ser un buen padre

Crecer en mi natal Guadalajara, México hasta la edad de 12 años no fue fácil. Sobrevivir ataques físicos, verbales y emocionales de una cultura machista...
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- Por Salvador Navarro

Crecer en mi natal Guadalajara, México hasta la edad de 12 años no fue fácil. Sobrevivir ataques físicos, verbales y emocionales de una cultura machista en aquellos tiempos no solo afectó mi autoestima en mi niñez sino también demoró mi proceso de aceptación. La expectativa de la sociedad y de mi familia de que, como el único hijo varón (tengo tres hermanas) pase el apellido paterno a otras generaciones, también me causó muchísimo estrés por años. Sin embargo, siempre hubo una persona que a pesar de sus creencias Católicas y su humilde nivel educativo, me brindó su apoyo incondicional aun antes de divulgar mi verdadera orientación sexual: Mi amado padre.

La relación con mi padre nunca ha sido la típica relación de padre e hijo que estamos acostumbrados a ver en el cine o la televisión. Mi padre y yo no compartíamos el amor por los deportes y mucho menos el amor hacia las mujeres en cuestión de relaciones de pareja. Pero a pesar de todo, mi padre y yo siempre hemos tenido nuestras similitudes. El gusto por la buena comida y el buen vestir. Es aquí que él y yo encontramos un medio en común que ayudó a fortalecer nuestra relación. Con gran alegría recuerdo el día en que le confesé a mi padre mi gran anhelo de ser diseñador de ropa. Ante tal comentario, mi padre respondió con una gran sonrisa: "Sí hijo, para que yo sea tu asistente y te ayude con todas las bellas chicas con las que posiblemente vas a trabajar." Los dos soltamos la carcajada en ese momento. Es bello recordar como mi padre nunca se enfocó en mis diferencias como hombre gay sino en mis virtudes como cualquier ser humano.

Desafortunadamente aun con el apoyo de mi padre desde un principio, mi propia homofobia, el rechazo interno y la culpabilidad que cargaba sobre mis hombros no me permitió ser honesto con él y ni con el resto de mi familia, hasta los 19 años y ya viviendo en Los Ángeles, CA. No tuve el valor de declararme abiertamente gay hasta que comencé mis estudios universitarios. Mi gran miedo al admitir mi verdadera identidad era la tristeza y decepción que podía causarle a mi padre, quien como inmigrante mexicano, había sacrificado mucho para darnos un mejor porvenir. Yo siempre me esforcé, tratando de sobresalir en mis estudios, para que él estuviera orgulloso de mí, ya que la educación era un factor esencial para él.

La reacción de mi padre al darle la noticia fue realmente sorprendente. Él me expresó en ese momento el haber sabido mi orientación sexual por años pero haber optado por no decir nada por temor a que yo me distanciara de la familia y quisiera mudarme de casa. Fue allí que comencé una vida nueva, plena, llena de grandes satisfacciones y libre de engaños.

El ser un inmigrante latino gay en Estados Unidos, para mí ha representado la salvación. Aun cuando existan diferencias de opiniones sobre mi orientación, el vivir en este país donde la libertad de expresión es la norma y en donde la aceptación hacia la diversidad crece más rápido que nunca antes en la historia inclusive en las comunidades Latinas, me ha dado un gran sentido de paz y plenitud. No solo puedo caminar por la calles de Los Ángeles, tranquilamente, siendo quien soy e interactuar normalmente con aquellos que me rodean, sino también he adquirido la confianza de que puedo lograr cualquier meta que me fije, sin miedo a ser discriminado.

Para mí y para muchos inmigrantes gay, lesbianas, bisexuales o transgéneros, el trasladarse a este país puede ser una bendición siempre y cuando podamos arreglar nuestro estatus migratorio y cuando tenemos o creamos una familia que nos acepta y apoya. Yo pido por mis hermanos y hermanas gay y transgénero que se reforme el sistema de inmigración para que podamos gozar de la vida en este país sin miedo de deportaciones y maltrato. Que pasen leyes que protejan a todos en nuestra comunidad para que no suframos discriminación en el trabajo, el alojamiento, en la escuela o cuando usamos el sistema médico. También pido que los padres, ya estén en los Estados Unidos, México u en otro países, aprendan del ejemplo del mío y acepten a sus hijos tal como somos. Así el Día del Padre será feliz para todos.

Salvador Navarro es de Guadalajara, México, y es un gran defensor de las personas lesbianas, gay, bisexuales, transgéneros, inmigrantes y de los derechos humanos.

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