En la calle, todos quedamos a la expectativa, esperando el momento decisivo. En el tráiler bebíamos una taza de café tras otra. A las dos horas y veinte minutos, se anunció que el jurado había llegado a un veredicto y que se daría a conocer en unos minutos.
Dejé todo de golpe y salí corriendo con todas mis fuerzas. En segundos, llegué hasta el espacio asignado al estudio callejero de mi programa. La carrera me dejó tan desaliñada que mi pelo parecía el de una medusa y estaba tan falta de aire que no sé cómo logré hablar cuando me dieron la señal de que íbamos en vivo. ¡Y dicen que la televisión es glamorosa! Escuché mi voz agitada anunciar que en cuestión de segundos se anunciaría el veredicto.
Con la cámara rodando, me conecté el IFB a la oreja y pude escuchar lo que pasaba en la corte con total nitidez. El juez comenzó preguntándole al jurado si habían llegado a un veredicto. Luego, pidió a los presentes que evitaran cualquier manifestación una vez leída la decisión. En la calle, miles de personas se habían agolpado frente al edificio y, en silencio, esperaban el resultado.
Con voz firme, el juez leyó la decisión. CULPABLE. Yolanda Saldívar era culpable de homicidio en primer grado.
Yo lo escuché todo en inglés y lo traduje simultáneamente al español para nuestra teleaudiencia. El público en la calle se enteró por los reporteros de la decisión del jurado y la voz se corrió como la pólvora. La gente estalló en gritos de alegría, unos lloraban de emoción y otros rezaban arrodillados. Para ellos fue la justicia. De todas partes de la ciudad vino gente, la corte quedó inundada y el tráfico quedó paralizado. Se formó una espontánea fiesta callejera donde se bailaba al ritmo de la música de Selena, que salía de enormes radios portátiles. Las bocinas de los autos tapaban el audio de nuestra transmisión. En Houston nunca se había visto algo así.
Castillo, nuestro experto legal, que estuvo dentro de la corte durante el veredicto, no perdió ni un detalle de lo que paso en la sala y vino corriendo al estudio callejero para relatar en nuestro programa lo que pudo observar. Contó que, antes de escuchar la decisión, Yolanda estaba respirando rápidamente y que una vez se le encontró culpable, ella se inclinó hacia adelante, en un gesto de dolor, y comenzó a sollozar. Su familia estalló en llanto.
Los Quintanilla se mantuvieron serios, ecuánimes y salieron escoltados de la corte por una puerta lateral. Los familiares de Selena bajaron al sótano de la corte y allí los esperaba una camioneta con cristales ahumados; nadie los vio abandonar el edificio. Los Saldívar tuvieron que salir por la puerta principal, frente a la turba que celebraba la desgracia de su parienta y gritaba: "¡Ahora maten a la asesina!". Su dolor fue puesto en despliegue como si fueran fenómenos de circo.
Camino a su auto, pasaron justo frente a una mujer que llevaba una camiseta que leía SALDÍVAR LLORA SALIVA. Era patético. Ellos no tenían la culpa de lo que había pasado con Yolanda. Ambas familias merecían respeto.
Por mi parte, yo me hacía otra pregunta: ¿Cómo estaría Yolanda Saldívar? ¿Qué pensaba sobre el veredicto? Dentro de poco, tendría la respuesta porque para mi sorpresa, ella misma me iba a llamar por teléfono.
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Esa llamada que me hizo aun sin conocerme, dio pie a la entrevista exclusiva que le hice en la cárcel semanas después. Una entrevista donde por primera vez escuchamos su versión de lo que paso en aquella fatídica tarde del 31 de marzo del 1995. Esa llamada, esa entrevista dieron pie a este libro. Dieron pie a que se revelara con todo mi respeto, el secreto de Selena.
Extracto del séptimo capítulo de la reedición de El Secreto de Selena, la reveladora historia detrás de su trágica muerte, libro de María Celeste Arrarás ya a la venta en:
