Un puñado de flores para mi amado Rocko

No es que solo piense en él durante estas fechas. De hecho, platicar de Rocko es muy común en mi familia. Lo ayudamos a partir hace dos años, y lo seguimos amando con toda el alma. Hablar de él siempre nos hace sonreír, porque de verdad, era un perro realmente bello. Nuestro "Negro" alegró nuestras vidas durante 14 años, y sé que todos agradecemos eternamente haberlo tenido como compañero.

Rocko y yo, celebrando mi cumpleaños en 2010.

Estoy casi segura de que sí le tocó helado.

Hace unos días, el veterinario que lo atendió durante gran parte de su vida y que nos ayudó a dormirlo -en medio de una sentida "ceremonia" en la que él mismo nos hizo el favor de poner en palabras todo el amor y agradecimiento que le teníamos, pero que el nudo en la garganta no nos permitía expresar-, me sorprendió con un dulce gesto. No fue más que otra muestra de su buen corazón.

"¿No tendrás una foto de tu perrito? Para ponerlo en nuestra ofrenda", me dijo el doctor. Los ojos se me aguaron y no pude más que asentar con la cabeza. Par de días después, le llevé la foto de nuestro niño, con una colorida planta de Cempasúchil que mi familia le envió.

Me quedo corta de palabras cuando intento agradecerle al doctor lo que ha hecho siempre por mis mascotas. Por el amor con el que trata a mis "angelitos", como él los llama, y por la calidez humana con la que a nosotros nos brinda aliento y apoyo. Él es sin duda una persona importante en nuestras vidas, y que él honre la memoria de nuestro amado Rocko, es de verdad un acto hermoso.

Extraño nuestros paseos por el parque, tirarme en el suelo para abrazarlo, su sonrisa de bobo y su carita llena de canas. Extraño su nariz mojada y sus patotas pesadas. Los cabezazos y coletazos que daba cuando saludaba, y ese olorcito rico que desprendía su cuerpo cuando dormía profundamente. Extraño a mi Rocko, sí, pero lo viví y lo gocé a lo grande. Eso, no me lo quita nadie.

Para ti, mi Rockito, un puñado de flores en mi jardín.

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